Obras

Heidi Hoh ya no trabaja aquí

2002


Dirección: Luis Ureta

Dramaturgia: Rene Pollesch

Elenco: Roxana Naranjo, Macarena Silva, Catalina Martin

Diseño Iluminación: Cristián Matta

Producción: Cristián Matta

Heidi Hoh ya no trabaja aquí  aborda el tema de la inclusión de la mujer en el ámbito laboral, en el marco de la globalización de un mundo tecnologizado. La escritura rompe la línea dramatúrgica convencional, planteando un teatro sin personajes, sin argumento ni línea de acción dramática. Volumen alto versus volumen bajo. Interacciones verbales versus Clips.

Heidi Hoh ya no trabaja aquí se estrenó el año 2002, en el Instituto Goethe, en el marco de la segunda versión del Festival de Dramaturgia Europea Contemporánea. La experiencia se constituyó en el inicio de una profunda y duradera relación de La Puerta con los temas, estructuras y procedimientos propios de la nueva dramaturgia en lengua alemana.

Después de haber recibido el Mühlheimer Dramatikerpreis 2001 (Premio de Dramaturgia de Mühlheim 2001), René Pollesch tomó una decisión fuera de lo común para un autor: en el futuro no permitiría que ningún director, salvo él mismo, montara sus obras. Para algunos críticos esto constituyó la prueba definitiva de que las obras de Pollesch en realidad no son propuestas teatrales representables; ergo, el autor no es un autor, sino más bien un eventmanager de la era «postdramática». Sin embargo, muy rápidamente quedó en evidencia que la decisión había sido tan inteligente como previsora, ya que el dramaturgo y el director de teatro Pollesch son dos partes inseparables del ser teatral Pollesch. Y entonces, es mejor ni imaginarse que pasaría si se copiara el original por una segunda mano, degenerando el método en un simple truco. Por todo esto, no es de extrañar que a uno le resulte inverosímil que ahora haya una excepción chilena a la regla.
Durante una semana Pollesch, Ureta, La traductora Pola Hiriarte y el trío de actrices chilenas protagonistas de la obra, trabajaron en conjunto, analizando en modalidad de taller los temas, estructura y procedimientos de la obra. Pollesch no vino como autor fiscalizador de la fidelidad del texto, ni como el director sabelotodo que indica cómo se deben hacer las cosas; este fue el encuentro de tres actrices y un director chilenos con un dramaturgo alemán, que trabajaron y ensayaron en conjunto. La tarea de Pollesch era ayudar a empujar el carro, hacer preguntas, contestar otras, entregar pistas. Cada ensayo fue una colisión de opiniones y temperamentos, un crash de registros teatrales, mundos laborales y estilos de actuación que hubo que ordenar. Los chilenos se mostraban críticos, las actrices escépticas. No es que hubiera grandes dudas respecto del contenido, también Chile ha caído en las garras del nuevo mundo feliz; la pregunta era más bien si sería posible poner un acento teatral que correspondiera a la invención chilena del texto alemán.

Las obras de Pollesch son piezas difíciles de abarcar. Son interrogaciones al teatro que no sólo reflexionan sobre las condiciones de vida y de trabajo sino también sobre la relación entre el arte y el artista. El proceso de producción es puesto en cuestión, a la vez que redefinido e invocado a través del trabajo con las actrices con y en el texto. ....El estilo teatral chileno es por lo general declamatorio, algo que favorece a la obra, pero hay a la vez en él una sed de momentos de intimidad profunda, de grandes sentimientos y de una intensidad casi exagerada. Este estilo local de hacer teatro es deconstruido por Ureta y las actrices: la gran intimidad se desacredita melodramaticamente, la profunda intensidad se vuelve histeria desbordante, los sentimientos se disectan irónicamente. Catalina Martin, Roxana Naranjo y Macarena Silva son virtuosas, manojos de energía que hacen malabares con el texto (¡sin apuntador!), exhiben cabriolas, exponen el idioma y se arrebatan en desenfrenados clips. Allí están los staccati, los monólogos al micrófono, las secuencias musicales, incluso el auto del Showroom de Toyota como lo describe el texto. Todo es muy Pollesch y a la vez muy distinto...chileno simplemente.
La reacción del público fue eufórica. Un espectador dijo, quizá lo que hemos aprendido esta noche es que aquí en Chile gritamos muy poco. Para entender bien lo que quiso decir, probablemente haya que ser chileno.

Andreas Beck
Texto extractado de la revista Theaterheute 12/2002, pgs. 77/78

“...este montaje vuelve a exhibir toda la fuerza de un texto que llega al espectador como una nueva manera de hacer teatro, ya que no hay relato, personajes, escenas ni situaciones típicas, sino acción pura, ejercida a través de la palabra cotidiana y hablada, que pasa por el cuerpo de las actrices, el grito destemplado y el susurro. Al mismo tiempo, es una obra que propone ideas, universos humanos y nuevas visiones del mundo, a partir de las exigencias extremas que pesan sobre la vida cotidiana moderna.”

Leopoldo Pulgar La Nación Abril, 2003.

«En suma, cuando se nos dice que “el delirio consumista necesita una dirección web”, podemos fácilmente entender el mensaje en el contexto de una realidad cotidiana (una realidad que no es virtual). Esto llevado al teatro nos conecta, en definitiva, con una propuesta vanguardista, muy ad hoc a estos inicios de siglo».

Eduardo Guerrero, La Tercera, octubre 2002

«La dirección de Luis Ureta establece la única tensión posible, la de las hablantes con el mundo. Se organiza a la manera de un pugilato, con sus descansos entre los "rounds", de ellas en intensa lucha con su propia frustración y despojo, logrando momentos de desatada furia, otros de sarcasmo e impensado humor. Las actrices se adaptan muy bien al estilo exigido de desapego afectivo e informalidad teatral».

Pedro Labra, El Mercurio, octubre 2002

«Con Luis Ureta, Pollesch puede estar más que contento, porque el semi montaje del primero resultó ser mucho más sugestivo que puestas en escena completas de muchas otras obras. Esto se debió, entre otras razones, a la entrega total de las actrices Roxana Naranjo, Macarena Silva y Catalina Martín, tres energúmenos que ejercieron, hasta llegar a los límites de la auto-destrucción, la escatología digital de la desesperación sobre la transformación del individuo humano en un computador corporal o en un cuerpo computarizado. "Bien“ habrá pensado René Pollesch en los días que pasó en Santiago, durante la etapa de ensayo trabajando la obra en conjunto con Ureta y las actrices. En este marco, no sólo les enseñó la pronunciación correcta de "Heidi Hoh"; seguramente también les habrá explicado que en su obra la actuación no es actuación y que las situaciones no son situaciones, sino estados, y que Heidi Hoh tampoco es Heidi Hoh, sino un computador corporal de la marca Heidi Hoh con un mínimo de tres discos duros que, en consecuencia, habla y grita mecánicamente».

Frankfurter Allgemeine Zeitung (Suplemento cultural), octubre 2002